PUNCHI´S CORNER


Hablo desde el corazón y por la necesidad, como plumilla, de hacerlo. Para compartir una nota, una ilusión, un comentario. Periodista de título, con la lucha por la igualdad como profesión, pretendo compartir reflexiones y análisis de lo divino y lo humano desde la humildad de ser una persona anónima y la consciencia de que hay blogs mucho más profesionales y trabajados, aunque todos tenemos derecho a ejercer la libertad de expresión y las nuevas tecnologías lo facilitan.
Maternidad, alimentación, vida sana, moda, estilo de vida, política, cosas bonitas... Un poco de todo con afán de compartir.

miércoles, 15 de octubre de 2014

ME SIENTO RURAL EN MADRID

¿Hay algo más contradictorio que sentirse rural y trabajar en el distrito financiero de Madrid?
Una más de una larga lista de contradicciones con las que convivo sin morir en el intento. Este fin de semana pasado he tenido la suerte de constatar que no trabajo para algo etéreo como es ese binomio tan machacado de "Mujer Rural". Algo que a veces, en la soledad fría de mi despacho parece lejano, por más solidarizada que me encuentro, no quiero pensar cómo será para nuestros hermosos ministerios envueltos en su coraza burocrática.
El caso es que ilusionadas y una vez superados mil y un baches antes de aterrizar (eso es un deporte diario en una mujer aunque nos callemos por no ser pesadas con el "pobre de mí"), por fin el jueves, desembarcamos en el Aeropuerto de Gran Canaria una treintena de peninsulares llegadas de todos los pueblos, para compartir con las insulares los puntos fuertes que hemos encontrado en los canales cortos de comercialización en los momentos de crisis económica y las oportunidades que hay para las mujeres productoras de alimentos en el periodo actual.
Allí no sólo me encontré con proyectos y realidades dignas de admiración, sino que constaté con la vida, con el aire puro, con la esencia misma de las cosas por las que merece estar vivo y viva.

Juntas, las agricultoras y ganaderas de CERES se contaban sus trucos para plantar y trasplantar, para hacer el pan y como no, para cuidar a sus padres e hijos teniendo un coche como mejor aliado, y sin morir en el intento. Lo de siempre, lo mismo te plancho un huevo que te frío una corbata. Y es que, seremos pesadas, pero la realidad es que por muy modernas que nos hemos puesto haciéndonos emprendedoras, autoempleandonos o estando empleadas, por mucha tarjeta de crédito que tengamos, llevamos en la mochila la carga familiar (sea cual sea el modelo de familia, que esa es otra).

Contentas de lo que hacen, pude ver una explotación de café, donde con sólo mirar arriba y abajo me planteaba que el cielo debería parecerse mucho a ese rincón. Olores, jazmines rojos, ¿rojos? sí señora, rojos y café sin azúcar ni leche, el de verdad! Mangos y papayas colgando de los árboles como los naranjos de una avenida andaluza, así, como si nada. Y quesos... ummm!! Un mercado en toda regla y con un pasillo entero de productos ecológicos.



Bueno, y digo pasillo por decir algo, porque era al aire libre, un mercado en mitad del monte con sus puesto donde la albahaca no está envasada, sino en maceta, la estevia no esta en bote de gránulos, sino en hoja seca y el pan no tiene ofertas, sino que tiene frutos secos y colores distintos llegados de otros tipos de cereal. ¡Que hay algo más allá de la harina blanca oiga!

Cada día amo más la biodiversidad y apuesto más por ella, lo que da una tierra por algo será y ¡hay que comerlo en temporada! Que por algo será que las granadas son en esta época junto a los membrillos, ¿qué nutrientes secretos tendrán para hacernos atravesar bien el otoño?

 Allí, en un pueblo de Gran Canaria, la gente iba con su carrito a hacer la compra un sábado y compraba un kilo de papaya a 1,80 €uros. Se me encharcaban los ojos... Y no sólo eso, sino que la vendedora te decía cuándo lo había cogido y cómo lo podías guisar, si le hacías un chiste te contestaba con otro y si le dices que tienes molestias de estómago te aconseja que verdura te debes llevar. ¡Qué borrachera de placer!
Unas horas más tarde me encuentro con mi marido en casa. Él venía de pasar una semana en su pueblo. Y nos damos un homenaje de delicias de nuestra tierra: caquis de la vega de Granada cuyo olor se te introduce en las sienes, castañas malagueñas, rábanos y unos membrillos.
¿Hay algo mejor?
Y es que el campo y los pueblos te devuelven a la vida, a los olores, a los sabores, a las canciones de verdad...

Ayer, martes de una semana normal en Madrid, por la tarde fui con mi pequeña a un centro comercial, en la sección de frutas y verduras me topé con un montón de delicias de la huerta sin nadie detrás del mostrador. Hasta las hojas de las acelgas se me tornaron mustias de pena. Los tomates ecológicos estaban precintados por aquello de protegerlos del transporte (de donde vienen madre!) y a la hora de pagar coloco mis pobres acelgas tras una lata de Coca Cola de un señor en la cinta de la caja y sin mirarme me coloca todo rancio el tío el cartelito "siguiente cliente", claro, que haya separación, no vayas a mezclarte tú Belén, con tu bucólica cara de mujer llegada de Canarias y un carro lleno de cosas verdes. Aquí ya cada cual va a su bola.
Menos mal que el medio rural existe y no se ha ido. Me siento muy contenta y orgullosa de haberme tropezado con este tren de libertad lleno de mujeres con ideas frescas (como sus productos), valientes que han querido poner en evidencia que están discriminadas en un mundo patriarcal y masculinizado. Ellas ya no llevan el moño y la bata negra, se pintan las uñas si quieren y se lían sus cigarros mientras te explican su forma de hacer el queso y de combatir las plagas de forma ecológica.
Esas son mis mujeres, las que yo felicito hoy por ser rurales. Sentiros orgullosas, tenéis el mejor tesoro, cerráis los ojos y cuando los abrís, veis la naturaleza en estado puro. Para el resto de marrones aquí estamos el resto, para juntas, cambiar el mundo.

un abrazo